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4 ABRIL 2022
Lyocell: De cómo una especie endémica australiana, terminó poblando tu oficina y tu outfit deportivo
por María Eugenia Diego
El género Eucalyptus (del griego “bien cubierto”, ya que su semilla está encapsulada) no es el primero, ni mucho menos, convertido en fibra textil. Tejidos de origen vegetal como el algodón o el lino (la más antigua fibra textil utilizada por el hombre desde los tiempos de las momificaciones egipcias, pasando por los lienzos de Tiziano) son más tradicionales, mientras que otros como la viscosa o el Lyocell comienzan a ser más habituales en nuestro día a día.
Este árbol, se ha convertido en lo que se denomina botánicamente un “taxon cosmopolita”, o que se ha extendido por gran parte del planeta. Crece alejado de su Australia y Nueva Guinea natal que abandonó en los barcos el Capitán James Cook. Con 700 especies diferentes, de hoja perenne (que mantiene sin caerse durante el invierno), seguramente nos evoque a los estilizados y silenciosos bosques del norte de la península.
Sin embargo, el eucalipto es casi un recién llegado a nuestro país. Se tiene constancia de ello, cuando en 1860, el misionero Fray Rosendo Salvado, envió a su familia gallega unas semillas para que usaran de manera ornamental. Un siglo más tarde, quién se lo diría a aquel religioso, debido a su rápido crecimiento y a su alta valoración en la industria maderera y papelera, su utilización como especie para reforestación cubrió España de este árbol de manera (casi) desmesurada.
El debate acerca de la mayor o menor bondad del eucalipto frente a especies autóctonas está servido desde hace ya décadas. Su “mala fama” se basa en la reducción del sotobosque debido a su agresivo crecimiento (hasta lm por año con raíces muy invasivas) y su facilidad para propagar el fuego. Sí, efectivamente hay árboles pirófitos, o “amigos del fuego”. Las hojas de eucalipto, al contener su conocido aceite esencial, son altamente combustibles, y debido a su altura, puede propagar incendios de calibre importante. A su vez, este árbol tiene una capacidad regenerativa muy rápida tras estos eventos por lo que, destruido todo lo circundante, el eucalipto se erige como único superviviente. Como veremos repetidamente en el mundo vegetal, la vida desarrolla de manera incansable estrategias brillantes para seguir adelante (y por encima).
Presentadas la cara y la cruz de este erguido espécimen, desde hace dos décadas, la tecnología es la responsable de expandir los formatos en los que se nos presenta el mundo vegetal en nuestras vidas.
Si tomamos la pulpa de celulosa obtenida de machacar madera de eucalipto, y la sometemos a ciertos procesos, hasta ahora se obtenía pasta de papel. Desde 1988, una multinacional inglesa, llamada Courtaulds, desarrolló un procesado artificial para obtener una fibra de uso textil. Nacía así el Lyocell, cuya marca registrada es Tencel.
Siendo estrictas, el Lyocell no se trata de una fibra de origen vegetal natural, sino una fibra regenerada. De textura suave y sedosa, lo puedes encontrar en infinidad de prendas. No se encoge, apenas se arruga, y por su alta capacidad transpirable e hipoalergénica, seguramente ya cuentas con prendas deportivas que contienen esta fibra procedente de bosques de eucaliptos y algunos otros árboles como el roble y abedul. Todos ellos, cultivados en granjas sostenibles certificadas por FSC (Forest Stewardship Council).
Su producción sorprende por su ligero peso ecológico ya que implica un uso de agua muy inferior a otras fibras. Mientras que fabricar un pantalón de algodón requiere 3117 litros de agua, la misma prenda en Lyocell, consume 688, que vuelven a ser usados. Los disolventes utilizados en estos procesos, son reutilizados en cada ciclo de nuevo hasta el 99%, y para teñirlo, el Lyocell responde colorándose con mucha menos cantidad de tintes que el algodón. Además, si no se mezcla con otros materiales, es biodegradable y compostable.
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