Artesanía como sinónimo de humanidad
por Cristina Vila
/ ARTESANÍA
26 MAY 2022
La artesanía se ha convertido en tendencia. Lejos hemos dejado otras épocas en las que, para muchos, artesanía era sinónimo de algo obsoleto, para adentrarnos en un tiempo en el que, por fin, empieza a valorarse no solo la estética, sino también el contenido emocional de los objetos realizados a mano. La artesanía se ha ido introduciendo en distintas disciplinas, que van desde la fabricación de mobiliario, con marcas como Expormim, el interiorismo y arquitectura con Jessica Bataille o la moda de accesorios con la sombrerera Marisa Fernández o la cestera Montse Roa.
La clave en estas empresas está, por tanto, en mantener su esencia artesana y tradición, pero siempre con un propósito de innovación y modernización, adaptándose al mercado y consumidor actual.
Para Marisa Fernández, la mayor cualidad del artesano es que siempre está pensando en cómo puede mejorar, buscando hacer cosas nuevas y diferentes, evitando la fabricación en serie.
En Expormim, el trenzado es algo muy característico de la zona en la que se encuentran, y muchos de sus trabajadores llevan más de treinta años trenzando. “Siguen haciéndolo como lo han hecho toda la vida, pero desde una perspectiva contemporánea. Hemos recuperado y modernizado técnicas de trenzado ancestrales. Nuestras colecciones hablan de la artesanía de la región, de su historia y de la cultura que se ha ido forjando con el transcurrir de los siglos”, declaran.
Roa, por su parte, desde que se inició en la cestería, buscaba darle nuevos usos a las fibras vegetales y proporcionar soluciones a necesidades contemporáneas. Como diseñadora de producto, la cestera sigue utilizando el conocimiento que le brindó su formación a la hora de idear sus artículos, mediante el uso de un software de diseño 3D. Pero, aunque busque actualizar las ideas de cestería y evite hacer cestos tradicionales, cree firmemente que hay belleza en conservar este legado de técnicas, que no dejan de ser tradición, cultura e historia.
El compromiso de estas empresas no solo está ligado a la tradición local, sino también al medio ambiente. Proyectos como Passivhaus, de Jessica Bataille, permiten la reconstrucción de casas bajo el concepto alemán de casa Pasiva, el cual busca reducir de forma significativa el consumo energético, usando materiales aislantes y reciclados.
Por su parte, Marisa Fernández puso en marcha una iniciativa de reciclaje de tocados. La atemporalidad y calidad de sus materiales permite modificar sus artículos para darles una segunda vida. “El objetivo es que si decides invertir en un tocado o pamela, puedas seguir usándolo durante toda la vida” afirma la artesana.
Para Expormim, es fundamental que sus productos resistan el paso del tiempo, y creen que el auge de la artesanía y los materiales naturales proviene precisamente del aumento de la conciencia medioambiental entre los consumidores, provocado por el agravamiento de la crisis climática. “Nosotros no hemos cambiado, hemos evolucionado. Lo que ha cambiado es la forma de pensar de la sociedad. Hace diez años lo moderno era comprarse una silla de plástico, el rattan estaba pasado de moda. Ahora las tornas han cambiado y ocurre lo contrario”.
Con más de sesenta años de trayectoria, Expormim ha establecido la artesanía local como parte fundamental de su ADN. Habiendo pasado ya tres generaciones familiares por la dirección de la empresa, se mantienen como el único fabricante industrial de mobiliario de rattan que sobrevive en Europa. Un material que decidieron recuperar para volver a ponerlo en valor en el mundo del interiorismo. Todo ello permaneciendo en el lugar donde nacieron, Mogente (Valencia).
Un caso similar es el de Jessica Bataille, desde donde buscan conectar viviendas con el Mediterráneo, mediante la colaboración con artesanos locales y el uso de materiales naturales como el cañizo o el barro cocido. De hecho, la empresa colabora con Juan Antonio Santacreu Signes, el único artesano de cañizo que queda en la provincia de Alicante. “En nuestra empresa existe una preocupación para que ciertos oficios no caigan en el olvido, e intentamos recuperar algunos que ya no están tan en uso. Se hace una labor de documentar oficios que puedan estar en peligro, y se intenta trabajar con ello en la arquitectura y el diseño” afirman.
En el terreno de la moda, Marisa Fernández y Montse Roa utilizan fibras naturales como el mimbre o el esparto para crear accesorios de forma natural. La primera, desde Almería, crea tocados y pamelas con flor preservada y esparto, el cual recolecta ella misma de la sierra. Roa, por otro lado, con técnicas de cestería, fabrica bolsos, riñoneras y lámparas con mimbre o rattan desde el Delta del Ebro. Materiales muy ligados a su origen y a la tradición y cultura del lugar donde se encuentran.
Todos ellos, a pesar de moverse en ámbitos distintos, coinciden en una peculiaridad de la artesanía: los tiempos. Algo que les hace disfrutar del proceso, pero que también dificulta su labor. En el caso de Roa, el mimbre tiene unos procesos algo complicados, ya que antes de trabajarlo, debe dejarse en remojo quince días: “Todo tiene un tiempo y trabajar despacio está bien pero, a veces, necesitas algo de inmediatez. Debes tener muy claras las ideas de lo que quieres crear durante esos quince días de espera” afirma la cestera. Para Expormim, sin embargo, esto ha supuesto, en cierto modo, una ventaja competitiva: “Tratar el rattan de una manera artesanal eleva los tiempos de fabricación. Esto hizo que, en su día, la gran mayoría de fabricantes europeos desistiera y o bien optaran por deslocalizar su producción o desaparecieran para siempre. Somos los últimos supervivientes porque hemos ido incorporando nuevos materiales y técnicas de fabricación, aunque siempre manteniendo el rattan como parte de nuestro ADN”.
La artesanía, finalmente, consiste en transmitir emociones. “Sirve para equilibrar el sistema. Es volver a lo que tenía alma, esencia, a lo que somos. Nos permite comprar piezas con las que nos sentimos identificados”, alega Fernández.
La artesanía es sinónimo de humanidad. “Nos distingue de los robots. Tiene ese toque humano, el producto está hecho con manos de carne y hueso. Tras ellos, hay una mirada, un pensamiento que ninguna máquina es capaz de replicar” apuntan desde Expormim.
Y es que la artesanía, al fin y al cabo, somos nosotros: nuestras raíces, tradiciones y cultura.
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